miércoles, 2 de marzo de 2016

"Coherencia y Conveniencia".


Cuando no se constituyen mayorías absolutas existe la necesidad de pactar, y todos sabemos que pactar es ceder. Pero las cesiones no pueden ser de cualquier índole tan solo porque convengan. En algún lugar habrá que atracar -si me permiten la metáfora marina-. Entramos entonces en una tesitura donde nos enfrentamos a la conveniencia o la coherencia. La gente vota una opción política u otra porque se decantan por sus propuestas, que difieren unas de otras por índoles idealistas, programaticas y/o económicas, etc. El ciudadano, después de depositar su voto, confía en que para esa opción política que eligió, lo conveniente sea ser coherente. Pero esta evidencia, tan simple como lógica, sigue sin tener validez y continua imponiéndose la incoherencia.



Por eso cuando escucho a socialistas reclamar un gran pacto con el PP para preservar la estabilidad de España, me parece incoherente. Cuando veo al PSOE firmar un pacto con Ciudadanos, con una escenificación un tanto ostentosa, y con un documento inconcreto, a medias tintas, que no aborda de forma frontal los principales problemas del país, y que no recoge los aspectos que deberían ser imprescindibles para lograr un verdadero gobierno progresista y de cambio, me parece incoherente. Más aún cuando creo que ese pacto, que no vale para formar un gobierno ni para investir a Sánchez, solo busca generar presiones a otros partidos para intentar retratar sus desiciones.

La icoherencia continua cuando escucho una y otra vez a las voces del PP decir que han ganado las elecciones cuando por otro lado los ciudadanos eligieron a 227 diputados de 350 que no representan su color. La fragmentación de la izquierda provocó que los apoyos fueran heterogéneos entre sus diversas opciones políticas, pero lo cierto es que aglutinó un mayor número de respaldos, tanto en votos como en diputados.



Así pues para empezar a hablar de algo coherente, podríamos considerar que este compendio de fuerzas intentaran la consecución de un pacto que les permita formar un verdadero gobierno de progreso y cambio; y además también sería lo conveniente. Conveniente porque el panoráma electoral optado por los ciudadanos refleja que la suma de las izquierdas es mayor que la de las derechas, y porque significaría ser coherente con unos programas presentados, con una propuestas argumentadas y con unos ideales alentados que tienen más puntos en común que desavenencias.

Por suerte o por desgracia la coherencia tiene diferentes varas de medir, e igualmente afortunados o desgraciados somos porque sabemos con seguridad que lo inconveniente es continuar con un gobierno que ha destruido el estado del bienestar, ha malogrado la sanidad y la educación, y ha arrebatado la dignidad a un pueblo que ha perdido un futuro de prosperidad.

Por ello lo más coherente y conveniente para este país socialmente marginado es la formación de un gobierno con una verdadera identidad e ideología de izquierdas. Pero para lograrlo es necesario que Sánchez empiece a ser más coherente, y que Iglesias olvide lo conveniente.


Alfredo León 
@fefifredo 

jueves, 25 de febrero de 2016

"PASOKización".

Hoy, un amigo de los que como yo, nos consideramos socialistas de ideales, de esos que representan a la verdadera izquierda, me ha dicho que el PSOE ha comenzado su proceso de PASOKización; y aparte de encantarme la comparación creo que puede que este en lo cierto. 

Por más que le he dado vueltas sigo sin comprender a que viene un pacto que no suma, que va a generar dudas, desconcierto, sorpresa y rechazo en sus votantes, y total para no valer nada, ¿Porqué dar un paso tan arriesgado que no les va a aportar nada? ¿Porqué tan desmesurada escenificación en la firma de un pacto que no les vale para gobernar, o ni siquiera a Sánchez para ser investido? 

La única explicación convincente que le puedo encontrar es el intento de evidenciar a PODEMOS, de una forma cuanto menos dudosa, queriendo dejarles con la pelota de la culpabilidad. Por lo menos es lo que se extrae de las impactantes declaraciones de un Antonio Hernando que echó espumarajos por la boca hacia los del circulo morado en una rueda de prensa totalmente vergonzosa. El portavoz del PSOE dejó perlas como "PODEMOS demuestra que vive mejor con Rajoy y con el PP" o "Pablo Iglesias es la gran esperanza de Mariano Rajoy".


Hernando acusó a PODEMOS de mentir y a sabiendas, repitió en varias ocasiones, pero lo cierto es que las mentiras son más transparentes que las verdades, y al parecer el PSOE se ha retratado. ¿Porqué un pacto que abarata el despido, que deja intacto el copago sanitario, que no deroga el artículo 135, que no es tajante con la ley mordaza, que continua abogando con un hipócrita pacto antiterrorista, que no muestra exigencias algunas que regularicen y aseguren el riesgo de aportar capital público a entidades bancarias privadas? 

O yo cada día entiendo menos de política, o es que ésta se encuentra cada vez más reñida con el sentido común. Quizás en el fondo quiera seguir creyendo, como socialista que algún día se sintió representado por la S y la O, que el PSOE aún tiene posibilidades de regenerarse, pero lo cierto es que, como bien dice mi amigo, con éste tipo de decisiones los del puño y la rosa se acercan con paso firme hacía un desolador proceso de PASOKización.

Alfredo León
@fefifredo

domingo, 8 de septiembre de 2013

"Mintiendo Olimpicamente".

Que un país como esta España aspire a unos Juegos Olímpicos, evento en el que se encarnan valores antitéticos a los que dominan las noticias de corrupción y podredumbre política de nuestro día a día, suena a broma de mal gusto. Pero, más allá de que para justificar el rechazo a la celebración de los Juegos Olímpicos en Madrid bastaría con remitirse a esa cuestión ética esencial, hay otros argumentos que tampoco se pueden dejar de lado si se trata de oponerse a la celebración de los mismos en la capital del reino.


Y es que también suena a una broma de muy mal gusto que se pretenda convertir la austeridad en un valor para promocionar los Juegos Olímpicos (los “Juegos de la austeridad”, los llaman algunos tratando de alejar de la vista de la ciudadanía su coste real en estos tiempos de penuria) cuando quienes están padeciendo dicha austeridad son víctimas de recortes continuados que se aplican bajo esa etiqueta y con la excusa de la inexistencia de recursos públicos para atender sus necesidades.
Habría que recordar aquí que si algo define a la economía en su versión más convencional y neoclásica, la que seguro que asumen quienes defienden este proyecto de empobrecimiento colectivo en el que estamos insertos, es su condición de ciencia de la elección. Eso significa que la economía, así entendida, se encarga de proporcionar instrumentos para elegir cuando hay que tomar una decisión sobre recursos escasos susceptibles de usos alternativos. Los criterios para esa toma de decisiones pueden ser muy diversos y es ahí donde, al sacralizar criterios técnicos como la eficiencia o la competitividad sobre valores universales como la solidaridad, se imponen visiones eficientistas o competitivas de la economía frente a otras centradas en el ser humano y sus necesidades.
Pues bien, para justificar estos Juegos Olímpicos se está haciendo abstracción interesada hasta de los criterios económicos más básicos, los mismos que resultan tan queridos cuando se trata de justificar recortes. Y así nos encontramos con que sus promotores se están amparando en la supuesta existencia de beneficios futuros tan generales como inciertos para los que se está dispuesto a sacrificar recursos presentes necesarios para atender las necesidades básicas de una población a la que, al mismo tiempo, que se la desposee de atención se le exige cínicamente que haga gala de su “espíritu” de sacrificio.
Y hablamos de beneficios futuros inciertos porque, frente a las declaraciones previas acerca de los incuestionables beneficios que se derivan de la celebración de este tipo de eventos, la literatura económica al respecto, centrada en la evaluación del impacto que los mismos acaban teniendo sobre la economía del país, la región o la ciudad en la que se celebran nos muestra que dichos beneficios no acaban finalmente siendo tales. La razón es que se tiende a sobreestimar los beneficios y a minimizar los costes, es decir, se tiende a engañar a la población haciéndoles creer que se puede tener a la vez pan blando y circo olímpico a coste cero o, incluso, con beneficios.
Basta con remontarse a la reciente catástrofe económica que supusieron los Juegos Olímpicos para la ciudadanía griega, cuyo coste superó los 9.000 millones de euros, para tener una referencia inmediata de lo que puede ocurrir en Madrid. Pero, claro, como en los tiempos que corren nadie quiere compararse con Grecia, hay que ampliar la mirada y para ello hay diversos estudios que analizan con técnicas de coste-beneficio a posteriori los impactos que han tenido este tipo de acontecimientos.

Sobrecoste sin impacto en el empleo.

Lo que nos muestran esos estudios es que, por ejemplo, la realización de unos Juegos Olímpicos constituye el megaproyecto en el que el sobrecoste sobre el presupuesto inicial es mayor o, lo que es lo mismo, en los que en mayor medida se engaña a la ciudadanía acerca de los recursos que hay que comprometer para poder realizarlos. Así, según han calculado Flyveberg y Stewart (2012), el sobrecoste en términos reales por término medio de organizar unos Juegos Olímpicos ha sido de un 179% y de un 324% si hablamos en términos nominales. Es decir, si hay algo que puede sacarse en claro del análisis de los costes implicados en unos Juegos Olímpicos es que tienden a ser sistemáticamente infravalorados por sus promotores.
Algunos ejemplos sirven para demostrarlo: según Pasqual et al (2012), el presupuesto inicial de los Juegos de Londres de 2012 se multiplicó por más de 4; el de los Juegos de Invierno 2014 en Sochi (Rusia) ya se ha multiplicado por más de 3 y, para tener una referencia propia, el sobrecoste de Barcelona 1992 fue de un 417%. Y, por otro lado, más allá de los efectos expansivos inmediatos derivados de la construcción de las infraestructuras de diversa naturaleza necesarias para la celebración del acontecimiento, lo que también muestra el análisis empírico de evaluación del impacto de unos Juegos Olímpicos es que, en la mayor parte de los casos, no hay ninguna repercusión positiva en términos de creación de empleo una vez celebrados los Juegos ( Billings y Holladay, 2010).
La conclusión económica es, por tanto, muy clara: nos encontramos ante un tipo de acontecimiento en el que, más allá de lo que anuncian sus promotores políticos, sólo hay certeza previa de sus costes y de la infravaloración generalizada de los mismos pero no de sus beneficios. Sobre estos últimos sólo puede constatarse la existencia de afirmaciones cabalísticas acerca del número de empleos que se generarán, sobre los difusos impactos en términos de afluencia de público o de incremento del flujo de turistas de ahí en adelante. Nada concreto y todo vaporoso.
Sorprende, por tanto, que la misma exigencia de rigor y filosofía actuarial con la que se justifican los recortes sociales no se aplique a la toma de decisiones de una actividad que, nuevamente, volveremos a pagar entre todos, sea cual sea su balance final. Y, por si sirve de algo, me permito recordarles, queridos lectores, que tampoco el rescate de la banca nos iba a costar un euro. Ya van por más de 60.000 millones. A ver si cada medalla olímpica nos sale al mismo precio.

Fuente eldiario.es
Alberto Montero Soler

jueves, 14 de febrero de 2013

Un ambientador para España.


Lo que pasa en España es más grave de lo que parece. No se trata de un escándalo de corrupción, ni de dos, ni de tres, ya no. Estamos ante el fin de una época, el desmoronamiento de un Estado, una crisis tan honda que desborda todas las cifras. Y lo importante no son las respuestas, sino las preguntas. Da lo mismo cómo escriba Bárcenas las aes mayúsculas, lo que costara el cumple de la hija de la ministra, o si el juez embarga o no a Urdangarín. Lo relevante es cómo y, sobre todo, por qué hemos llegado a balancearnos al filo del abismo.

Me van a perdonar que vuelva a remachar mi clavo favorito pero, en mi opinión, estamos asistiendo a las consecuencias de la fragilidad congénita de la democracia española, el desarrollo lógico de una Transición que, a despecho hasta de su propio nombre, pretendió erigirse en un régimen permanente. La pestilencia que respiramos a diario es la podredumbre de aquel clamoroso silencio al que confiamos nuestro destino tras cuatro décadas de dictadura sangrienta, la herencia de unos años en los que todo —la Monarquía, la Constitución, las Autonomías, el bipartidismo— se acordó entre tres o cuatro señores que fumaban puros después de comer, tomando decisiones entre las que la principal era, casi siempre, que los ciudadanos nunca llegaran a enterarse de lo que habían pactado después del postre.

No nos engañemos. La opacidad es un ingrediente fundacional de nuestra democracia. No tiene sentido exigir transparencia a unas instituciones que nacieron entre tinieblas. Ha pasado el tiempo de abrir las ventanas y ventilar una porquería que nos llega a la cintura. La regeneración debe ser literal, completa, porque los parches se corrompen más deprisa que los silencios. Y ya que no podemos legar a nuestros hijos una España próspera, dejémosles al menos en herencia un país que haya dejado de apestar.

  
Alfredo León

Twitter: @fefifredo

jueves, 31 de enero de 2013

Y tú más.


La última sesión parlamentaria de control al Gobierno estaba inevitablemente centrada en la corrupción. Como la sociedad española vive sobrecogida por una mancha negra de escándalos cada vez más profundos y generalizados, parecía inevitable un debate serio, capaz de asumir responsabilidades y de ofrecer alternativas. Pero el PSOE se comportó de forma tímida, maniatado por sus propias sombras, como si la pretendida responsabilidad de Estado se confundiese cada vez más con la complicidad íntima en un sistema podrido.

Los gobernantes del PP, por su parte, se refugiaron en la conocida receta del tú más. La única estrategia clara del Presidente y de la Vicepresidenta consistió en pedirle silencio al PSOE porque tiene también cosas sobre las que callar. Esa fue la altura política de los representantes de un partido que está acusado en público por la prensa y por su antiguo tesorero de cobrar comisiones ilegales y repartir sobres con dinero negro entre sus máximos dirigentes. La contabilidad personal del tesorero Bárcenas recoge pagos hasta a J. M. (José María Aznar, se supone), Mariano Rajoy y María Dolores de Cospedal. Después de ellos, sigue una inmensa lista con la mayoría de los notables del partido. Cuando el coordinador de Izquierda Unida tomó la palabra para pedir explicaciones parlamentarias –sin tapujos ni cadenas en sus palabras-, el Presidente se limitó a rogarle que callara y que colaborase con la gran farsa.

Este país respira con el alma en los pies, descubriéndose a sí mismo como una gran mentira porque la vida cotidiana, la existencia de la gente, tiene muy poco que ver con sus gobernantes, sus políticos, sus instituciones. Más allá del PP y del PSOE, los escándalos envenenan también las manos del nacionalismo catalán y de la casa real. Ya no es posible ni siquiera ese silencio pactado e “inocente” sobre la monarquía que fundo en falso la democracia española a la muerte del dictador.

La lógica del tu más ha sido la salsa de la cocina bipartidista. Los españoles llevan años convocados a las urnas gracias al rencor. El mío roba, pero el tuyo más. No voto por fe en Mariano Rajoy, sino por odio a Zapatero. No me ofrece mucha confianza Rubalcaba, pero es que la derecha bárbara da miedo. Ha sido el rencor hacia los otros el mejor sostén de una dinámica bipartidista basada en una ley electoral manipuladora y condenada a crear insatisfacciones, pactos de silencio, debates huecos y sentimientos de despego a la democracia y la política.

El problema es que ahora el rencor fomentado en los ciudadanos se ha quedado suelto, flecha sin blanco, malestar sin destino establecido. Las encuestas confirman una y otra vez que la caída del PP no supone un apoyo al PSOE. Los dos partidos se hunden de la mano. La realidad de la gente es tan dura, el empobrecimiento de la población es tan evidente, los casos de corrupción hacen tanto daño, el impudor de la banca para la que trabajan los partidos mayoritarios resulta tan manifiesto, que la experiencia individual ha roto la gran mentira colectiva del enfrentamiento bipartidista. La perpetuación de su ciclo sólo es posible con el desgraciado acartonamiento o la congelación total de la democracia.

¿Y si el ciclo bipartidista no se perpetúa? El rencor suelto de la población contra los políticos en general –no ya contra el PSOE o el PP- puede ser el caldo de cultivo de opciones populistas de carácter totalitario. Ya empiezan a oírse voces que piden una mano fuerte que acabe con el desmadre y ya hay en Cataluña y en la Comunidad de Madrid opciones políticas parlamentarias que pueden jugar ese papel con eficacia.

Hay otra opción, desde luego. Es posible la reivindicación de la política y la democracia a través de una alternativa cívica que asegure la transparencia, la independencia, la libertad y el protagonismo del tejido social ante el asalto de los poderes financieros y de las élites económicas.

Hablando de la España de Alfonso XIII, Unamuno –antes de caer por unos días en la tentación de la mano de hierro-, escribió que ninguna nación puede fundarse en la mentira. Los acontecimientos actuales, en el fondo, vienen a demostrar que el Reino democrático de España – perdón por el oxímoron- se fundó en grandes mentiras. Políticos y periodistas convertidos en cortesanos, han contribuido a esta farsa del rey castizo. Desmantelar la mentira es hoy un afán patriótico y democrático. Patriótico, porque debemos dar una respuesta política al abatimiento económico y moral de la nación. Democrático, porque no podemos dejarle espacio una vez más a la mano de hierro, al salvador o a la salvadora de la patria. El coraje cívico –en el periodismo, la política, el sindicalismo, la sociedad… – es ya una urgencia.




viernes, 25 de enero de 2013

Las reglas del juego.


En el marco de una España triturada y ardiente literal y metafóricamente, se presenta un intenso debate que enfrenta al hombre frente al Mundo, ese Mundo de hoy que da la sensación de estar implosionando ante nuestros ojos, sin que apenas podamos reaccionar ni tomar medida alguna para destruir el detonador a tiempo.

España continua inmersa en una profunda crisis que comenzó allá por 2008 y que venimos arrastrando con continuas referencias sobre su final, pero con repetidas pruebas de que tal objetivo no se vislumbra observando en el horizonte más cercano, ni, incluso en el más de los lejanos.

Está crisis tiene sus responsables, unos responsables que han aceptado una teoría económica, el neoliberalismo, como si fuese una verdad fundamental. Por un lado están todos esos dirigentes políticos de PSOE y PP, que han gobernado en un largo periodo de tiempo que comienza en 1982 y que ha venido a naufragar a estas vírgenes orillas de 2013. Por otra parte, encontramos a todo el mundillo financiero: banqueros, responsables de cajas de ahorro, Banco de España…

Todos estos responsables no han rendido, ni están rindiendo cuentas; ni tampoco pasando por tribunales. Mientras existen ciudadanos que están siendo despojados de viviendas, arrancados de recuerdos, despegados de vidas, arrebatados de dignidad; los responsables, responsables a los que podemos señalar con una varita, por decisiones y actuaciones que han incidido en el aumento y la aceleración de una crisis que ahoga al ciudadano medio, se encuentran sin dar explicación alguna, y ni siquiera han sido objeto de represalias ciudadanas contundentes, que es lo mínimo que merecen.

En España se ha producido un profundo fracaso de la clase política dominante sumado a una situación catastrófica reinante, y se le han hecho pagar las consecuencias a la sociedad con un castigo categóricamente inmerecido. Un castigo en forma de injustas medidas, que han provocado un escándalo social, ya que los ciudadanos han considerado esta serie de decisiones legales, por parte del gobierno, como ilegitimas.

He aquí cuando entramos en el profundo debate de la subjetividad. Esa subjetividad que hace que el ciudadano considere que las medidas son injustas e ilegitimas; mientras que el político las considera y las establece como legales y constitucionales. Desde los tiempos más remotos ha existido la esclavitud, una esclavitud “legal” que con el tiempo, al surgir la opinión pública, se consideró escandálizante y denigrante. Poco a poco se reformaron las leyes, y se abolieron este tipo de prácticas.

Éste símil argumenta y expone mi propósito, un propósito que no es otro que establecer las pautas e imponer los cimientos necesarios para cambiar las reglas del juego. La sociedad debe darse cuenta de que el estado del bienestar se ha desmotado, y se ha desmontado no para ser reconstruido. Los ciudadanos debemos tomar conciencia de que esto no solo se trata de “un mal momento”, debemos recapacitar y asimilar que el sistema lo que pretende es que todos tengamos un comportamiento domesticado, quiere mantener una obediencia civil, y todo lo contrario perturba el sistema.

El problema no es poner en causa la democracia, los ciudadanos siempre pedimos más democracia. Todos sabemos que cualquier experiencia que sea un callejón sin salida para la democracia no da resultados. Llegado este momento, la historia nos demuestra que o hay una convulsión en forma de incendio social - que nadie debe desear - o bien hay que cambiar la reglas del juego.

Cuando nos encontramos ante una situación como la actual, en la que todo el edificio institucional, desde lo más elevado: la Corona, pasando por la Iglesia, la Justicia, el Parlamento, el Gobierno, la Autonomías, las instituciones financieras, el Banco Central… está cuestionado, evidentemente hay que intentar cambiar las reglas del juego. Hay que volver a repartir las cartas. Hay que plantearse la necesidad de cambiar de Constitución.


Este sistema que tenemos, una Monarquía Constitucional, está agotado; quizá haya que ir hacia una Tercera República. Cuando las familias veían que con su trabajo los hijos iban a vivir mejor que los padres… es posible que no fueran cuestiones tan pertinentes, pero hoy estamos ante un sistema carcomido, un sistema que no funciona. Si los hijos, que tienen mejor formación que los padres, van a tener mayores dificultades para vivir y una parte importante de ellos van a tener que emigrar, es profundamente evidente que el sistema no funciona y ha involucionado.

Por todo esto creo que se ha formado el caldo de cultivo perfecto para tomar cartas en el asunto, creo que existe la suficiente justificación para que surja un movimiento de desobediencia civil. El cuarto poder – la opinión pública – debe rechazar que los gobiernos construyan democracias autoritarias. La desobediencia civil no va en contra de la democracia, le añade una dimensión, la dimensión participativa de la ciudadanía. Una dimensión totalmente necesaria para cambiar las reglas del juego, para transformar un sistema que ahoga, exprime, desespera y mata, en un engranaje en donde la sociedad sea participe y tome sus propias decisiones; en un Mundo donde el ciudadano sea el dueño de su presente y futuro.

Cambiemos el rumbo de las cosas, cambiemos las reglas del juego. No escuchemos esa voz que dice: “poco puedo hacer”, porque muchos pocos; es mucho. Nosotros tenemos el poder para cambiar las cosas. ¡¡.Intentémoslo.!!


Alfredo León
Twitter: @fefifredo

lunes, 21 de enero de 2013

Silencios eternos.


Hay un millón de cosas que tuve que decir; y no dije nunca.

Es un poco triste descubrirse a uno mismo, pensando cosas que después nunca terminas diciendo. Y es que muchas veces pensamos que las cosas ya están dichas; y no es así.

Y es que hay mil formas de decir te quiero, mil maneras de quererse, mil maneras de echarse de menos; pero hay que decirlo. Las cosas las podemos seguir suponiendo el resto de la vida, pero mientras no se dicen; no valen lo mismo.

Hay mil cosas que pasan al día en las que no prestamos ninguna atención. Ese deje absoluto de todo... Tu madre, tu padre, tu pareja, tus amigos, los que no lo son.. En fin, millones de cosas...

Porque no hay años que sirvan para encubrir las palabras que no se dijeron nunca. Porque es mucho más bonito saber, que alguien siente por ti, que imaginárselo.

A veces abrimos la ventana y nos damos cuenta de que podemos pasarnos toda la vida observando; sin decir nada, sin hacer absolutamente nada.

Y es que es más bonito decir un te quiero, que imaginárselo. Es mucho más bonito dar un abrazo, que imaginárselo. ¡¡.Digámoslo, hagámoslo.!!

Les invito a reflexionar sobre ello. Y a que no se les quede, nunca, nada en el tintero. Porque hay ocasiones en esta vida, en la que no existen dos oportunidades.

Alfredo León
Twitter: @fefifredo